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Opinión

Socavones, corrupción, Taiwán y el peje

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Tal Cual…

Después de ver las tristes imágenes de accidente provocado por la corrupción, la negligencia y la impunidad traducida en un socavón en el llamado “Paso Exprés” de la autopista México-Cuernavaca, que costó la vida de dos personas, aún me faltaba escuchar la serie de estupideces y explicaciones de funcionarios de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) para tratar de justificar la tragedia con los clásicos lugares comunes.

“Lluvias atípicas”, “El drenaje no era parte de la obra de la autopista”, “fue la basura acumulada”, “la erosión de una alcantarilla”, “fue un golpe muy fuerte de agua sobre la carretera”, “estamos viviendo un calentamiento global”, no debe haber desconfianza en las empresas constructoras de la obra – la española Aldesa y la mexicana, Epccor, porque  son “prestigiosas” y llevan más de 30 años trabajando a nivel internacional y “ojala el secretario tuviera la capacidad de tener rayos X y poder ver lo que pasa abajo (en la tierra)”.

Son las frases de la corrupción, de la impunidad, del encubrimiento emitidas después de la tragedia por el secretario de Comunicaciones y Transporte, Gerardo Ruiz Esparza, tratando de justificar el socavón y con ello a las empresas beneficiadas con esta obra que costó más de 2 mil millones de pesos y que unas semanas después de inaugurada se colapsó junto con la vida de dos personas.

Después de escuchar por dos o tres días esta sarta de “explicaciones” recordé que en 2012 tuve la oportunidad de asistir a un curso de periodismo a Taiwán. Ahí viajamos con una veintena de periodista de varias naciones hacia el condado de Yilan en un autobús.

Entramos a un túnel que mide casi 13 kilómetros de longitud y que después me enteré que es el quinto más largo del mundo. El túnel de Hsuehshan, abierto al público en 2006 y el cual atraviesa una cordillera de montañas. Sin cobro de peaje, sin una gota de agua de escurrimiento a pesar de que en Taiwán cada año es afectado por tifones, nadie sale con la ocurrencia de que hubo un deslave por “lluvias atípicas”.

La empresa constructora del túnel en Taiwán fue la china RSEA. Tal vez no tan prestigiosa como las que presume Ruiz Esparza, pero que logró un trabajo que nada tiene que ver con el “Paso Exprés” de la muerte en México, a pesar de que la obra en territorio taiwanés planteaba enfrentar una compleja geología de la sierra Hsuehshan y no un simple arroyo o una coladera con basura.

El tráfico dentro del túnel es supervisado mediante sistemas y equipamientos de cámaras automatizadas de seguimiento continuo de la velocidad, iluminación, señales digitales, cambiadores de carril, entre otros avances.

No se trata de las empresas y su origen chino, español o mexicanas. Se trata de la corrupción que se permite en México no sólo para ganar licitaciones, sino para los llamados “moches”, para bajar costos en la calidad de los materiales a cambio de una mayor ganancia no sólo para los constructores, sino también para los funcionarios que licitan las obras.

Sin afán de comparar. También el fin de semana utilice el segundo piso del periférico. La obra del sexenio de Andrés Manuel López Obrador en el gobierno capitalino. Contra todos los pronósticos y detractores es una pieza de ingeniera funcional, que a diferencia de las autopistas urbanas construidas en los últimos años por los gobiernos mexiquenses y de la Ciudad de México, no tiene un cobro de peaje.

El tema es simple. Cuando se trata de la seguridad y de vidas humanas, como ya ocurrió en el Paso Exprés y que podría ocurrir en otras obras licitadas por SCT en el actual sexenio, se deben “blindar” los contratos para no permitir las licitaciones para constructoras a modo, amigas, de compadres que llevan implícito el olor de la corrupción, de los moches, del pago de favores, de la negligencia, de la impunidad y ahora también de la muerte. Tal Cual.

www.theexodo.com

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Columna Invitada

Democracia y bien común

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Por Antonio Maza Pereda

Para que haya verdadera democracia, la Sociedad debe, debemos, aceptar algunos criterios básicos: el respeto a los derechos de todos los seres humanos, el aprecio de la dignidad de cada uno y el trabajo en pro del bien común. Este último es el criterio fundamental de la vida política. Donde no se busca, no se puede hablar de democracia. Su búsqueda es el valor que regula la vida política.

Cuando no hay consenso en estos criterios y en particular sobre el significado del bien general, es difícil la duración de la democracia. Pero, por otro lado, siempre estará presente la duda: ¿qué significa bien? ¿A qué le llamamos lo común? Pero no es algo que pueda definirse fácilmente con un libro de texto.

El problema viene del relativismo ético o de una interpretación rígida, limitada, de lo que verdaderamente se puede considerar como bien común. Y hay otro aspecto que está en la esencia misma de su definición: con frecuencia soluciones que pueden considerarse como un bien a corto plazo, pueden resultar ser dañinas a largo plazo. Y viceversa. Por ejemplo: algunas de las críticas a los apoyos sociales vienen precisamente de esto. Con frecuencia los sectores marginados requieren ayuda urgente, de cortísimo plazo. Pero si no se opera en paralelo en una promoción auténtica de las personas, a largo plazo, se deteriora la capacidad de esos grupos apoyados.

Este asunto requiere una reflexión muy profunda, algo que no debería sujetarse a los tiempos electorales: debería ser una tarea permanente y de largo plazo. A lo cual, muchas veces, la clase política no se siente inclinada.

¿Tenemos claro qué es el bien común de nuestra Sociedad? ¿Sabemos cómo incluir a las minorías en ese concepto de bien común? ¿Tenemos incentivos apropiados para reforzar la actuación de la clase política a favor del bien común?

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Felipe Monroy

Debate cósmico: la fe y la ciencia reanudan un diálogo perdido

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La ardiente búsqueda de la verdad no puede apagarse jamás con la supuesta frialdad de los datos científicos; de hecho, la ciencia es un ardor aún más intenso con el cual la humanidad no sólo ha iluminado las oscuridades más profundas de nuestra existencia sino que también ha alimentado a las mentes más brillantes a continuar explorando las lindes del cosmos y, entre ellas, la trascendencia, la fe y la existencia de Dios.

Esto es lo que nos ofrece ‘Dios – la ciencia – las pruebas’ cuyo innegable éxito en las librerías de Europa (más de 350 mil copias vendidas) revela el interés permanente de las personas –y sobre todo de los cientos de miles de lectores que se han emocionado con estas páginas– por comprender por qué la ciencia no sólo no desmiente la existencia de Dios sino que, por el contrario, la prueba.

Durante milenios, el desarrollo técnico y científico de la humanidad no estuvo distante de las perspectivas religiosas o de la existencia de Dios; sin embargo, ese diálogo permanente entre lo trascendente y lo terrenal se ha visto interrumpido apenas en las últimas dos centurias hasta llegar al punto de que una dimensión humana tan profunda como la fe parece no tener lugar en el ámbito de la ciencia.

El pensamiento occidental moderno parece poner una infranqueable barrera entre la fe y la ciencia; como si sus búsquedas particulares fueran incompatibles o, peor, irreconciliables. No obstante, los autores Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies comparten argumentos con los cuales esta distancia entre la fe y la ciencia podría no ser tan radical.

Esta falsa ruptura entre la fe y la ciencia la vemos y escuchamos en prácticamente todos los espacios de diálogo social y, en el fondo, se encuentra en los cimientos de la crisis antropológica contemporánea, la cual vuelve imposible el diálogo profundo y significativo sobre nuestra compleja naturaleza.

Por ello, se debe celebrar una audacia como las que los autores nos proponen en estas páginas; porque debaten de una manera directa y generosa, pero respetuosa y honesta, con aquellos que no piensan de la misma manera. Su propuesta es simple pero elegante y llena de argumentos que ponen a nuestra consideración: La ciencia moderna, al menos con los últimos avances científicos y tecnológicos, aportan inúmeras pruebas de la existencia de Dios.

Podemos asegurar que la tesis de este libro provoca todo tipo de reacciones, menos la indiferencia; por ello ha generado interesantes y hasta álgidos debates entre los más diversos gremios como de investigadores, académicos, filósofos, teólogos y, principalmente, en los areópagos populares, donde científicos creyentes y no creyentes, agnósticos, ateos y teístas, aportan sus propias reflexiones sobre cómo los más vanguardistas descubrimientos científicos nos obligan a repensar la existencia de Dios.

En este renovado debate, los científicos ateos y agnósticos tienen un nuevo escenario para dialogar y debatir pues, como lo demuestra el prólogo del Premio Nobel de Física, Robert Woodrow Wilson (uno de los científicos que descubrió la radiación cósmica de fondo, lo cual fortaleció la teoría cosmológica del Big Bang), los autores sólo nos ofrecen a mirar con una perspectiva fresca y apasionada todo esfuerzo humano para alcanzar la verdad y honrar lo que en su momento afirmó el otro Nobel de Física, Richard Feynman: “Los mejores científicos están abiertos a la posibilidad de que puedan estar equivocados, y están dispuestos a cambiar de opinión ante nuevas pruebas”.

*Director VCNoticias.com @monroyfelipe

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Columna Invitada

Gobernar para todos

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Por Antonio Maza Pereda

Una frase hecha, frecuentemente usada por todos los políticos, en el momento en que toman posesión de su cargo. Pero que, desgraciadamente, no siempre se cumple. La realidad es que, casi siempre, los triunfadores gobiernan para quienes los eligieron y, a veces, ni siquiera para ellos.

Gobernar para todos es trabajar para las necesidades de toda la Sociedad. Es entender que ganar la elección no significa abandonar a los que no les dieron el voto. Aceptar que las elecciones es únicamente un modo de ponerse de acuerdo en la Sociedad, pero no significa que, durante el período de gobierno, no se tome en cuenta más que a un grupo de los electores.

Hay que crear mecanismos que hagan visibles las opiniones de la sociedad, sin que se olvide a nadie. Desgraciadamente, en el Congreso, donde se deberían armonizar las diferencias entre distintas tendencias, casi siempre las discusiones ocurren “en lo obscurito”, con poca participación ciudadana. Sin amplia difusión.

Muchas veces falta el interés ciudadano en la discusión. Incluso a los más interesados no les queda más que conocer la opinión publicada. Más allá del sesgo de los medios para destacar únicamente lo noticioso y olvidar lo demás, también falta un nivel de discusión más elevado. La tecnología de comunicación permite armar grupos de discusión y difundirlos ampliamente. De manera que ya no hay pretexto.

Depende de nosotros, los ciudadanos sin partido, asegurar que, en las discusiones del gobierno, se tome en cuenta el bien de todos, que todas las voces sean escuchadas, más allá de diferencias ideológicas o políticas.

¿Es cierto que nuestros funcionarios gobiernan para todos? ¿Tenemos mecanismos para recoger ampliamente las opiniones de los ciudadanos? ¿Cómo se puede aumentar el interés de los electores por los asuntos públicos?

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Columna Invitada

Otros contrapesos

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Antonio Maza Pereda

Comentaba anteriormente los contrapesos en la democracia y su papel en la política. Es claro que, sin límites, un sistema de gobierno fácilmente puede convertirse en una tiranía. La democracia prevé tres poderes que se deben supervisar mutuamente para evitar caer en una dictadura.

Hay, sin embargo, otros limitantes al poder del Gobierno. Muchos de ellos son organismos intermedios u organizaciones no gubernamentales. Solamente a manera de ejemplos, sin intentar agotar el tema, podríamos hablar de los siguientes:

Autoridad electoral, Auditoría del Estado, Comisión de derechos humanos, Banco Central, que generalmente son nombrados por los propios poderes del Gobierno. Desgraciadamente, cuando son nombrados por el partido gobernante, se cae con frecuencia en una simulación, porque el dirigente tiende a servir al partido que lo nombró y pierde imparcialidad.

La prensa y los medios de comunicación deberían ser un lugar crítico, que informara imparcialmente a la población. Sin embargo, el poder del Gobierno para cooptar a los medios, mediante presupuesto de publicidad y amenazas de quitar permisos de operación, limita su libertad.

Sindicatos, obreros y patronales, actúan como defensores de sus gremios. Cámaras empresariales tienen el mismo objeto. Un contrapeso poco mencionado tiene que ver con la información y la academia. Cuando el único dueño de la información es el Gobierno, y no se toman en cuenta otras opiniones, cualquier reclamo ciudadano es fácilmente ignorado.

Y hay más contrapesos. Algunos incluso con una vida transitoria, pero muy importantes en su momento. Un gobierno poco democrático tratará de influir o dominar esos límites. Es función del ciudadano apoyarlos y sostenerlos.

¿Son suficientemente fuertes los contrapesos al gobierno en nuestro país? ¿De qué modo puede la Sociedad evitar que sean absorbidos y anulados por los partidos políticos? ¿Cómo desarrollar la conciencia ciudadana sobre la importancia de estos limitantes?

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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