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Opinión

Televisa y sus noticias falsas

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Una máxima del periodismo sin etiquetas plantea que nunca el medio ni el periodista son ni pueden ser más importante que la noticia.

Cuando el medio de comunicación y el comunicador -quien es sólo el medio para comunicar la información- intentan ser parte de la noticia, incluso desplazar la noticia y ser ellos el foco de la atención, tanto el periodismo como la sociedad en la que se práctica ese tipo de comunicación pierden y en forma grave.

Esa máxima está cada vez más alejada en el periodismo actual y en muchos quienes se autonombran comunicadores profesionales o nuevos rostros del periodismo o del mal llamado periodismo joven o identificados como integrantes de los líderes de opinión. Hay una fascinación por salir a cuadro y estar frente a un micrófono, que va más allá del genuino espíritu de informar, de ser comunicador.

La confirmación de que “la niña” Frida Sofía nunca existió a pesar de que a nivel nacional e internacional Televisa Noticias tomó y alimentó ese falso hecho en un intento por “humanizar” la tragedia del terremoto del pasado 19 de septiembre, marca una realidad del periodismo de show que persiste en vender la televisora de Emilio Azcárraga.

¿Es grave lo que ha ocurrido con la fake news, la noticia falsa, de la existencia de Frida Sofía? ¿Quién es o quiénes son los responsables de ese hecho que pone en ridículo a la prensa mexicana a nivel nacional e internacional? ¿Es creíble la versión de que se trató sólo de una serie de enredos comunicacionales? ¿Puede haber un acto deliberado en esa noticia falsa, una alianza entre la televisora y algún ente, ya sea persona e institución, interesados en crear tamaña desviación de atención de una tragedia nacional?

Sobre ello, planteo los siguientes elementos que intentan abrir la conversación.

1.- Ahora se confirma por fuentes oficiales que la supuesta menor de edad que estaba sepultada entre los escombros de lo que fue el Colegio Enrique Rébsamen, en la zona de Villa Coapa, al sur de la Ciudad de México, colapsada a consecuencia del terremoto del pasado martes 19, nunca existió.

Quienes hacemos periodismo sabemos que una práctica básica es cruzar la información con diversas fuentes autorizadas para validar y confirmar lo que pretendemos informar.

Si los periodistas de Televisa Noticias no actúan con ese rigor y sueltan al aire cuanto escuchan y conocen, no es que sean buenos comunicadores, sino que son poco éticos por no responder con criterios profesionales en el manejo de la información.

Danielle Dithurbide, la periodista que salió a cuadro en Televisa Noticias más de 12 horas continuas, seguramente con instrucciones superiores de hacer lo que estaba haciendo, alimentó una versión que nunca confirmó.

Peor aún, ahora que se ha desmentido la versión de la existencia de Frida Sofía, desmentido por el propio Subsecretario de Marina, ella, la periodista, insiste en que en su momento habló con los padres de la niña, quienes estaban angustiados por encontrarla.

¿Dónde están los padres? ¿con quienes habló en realidad? ¿confirmó con los directivos de la escuela la existencia de la menor en las listas escolares? ¿ubicó a la maestra de Frida Sofía para conocer más sobre la personalidad de la supuesta menor atrapada entre los escombros, lo cual era obligado en el ejercicio del periodismo básico? ¿si no fue ella quien identificó por su nombre a la menor en qué se basó para dar por real la identificación de la supuesta víctima del terremoto?  Más preguntas que respuestas.

Dice la comunicadora que ella habló con “un señor pelón”, que se identificó como padre de la menor y que luego ya no lo vio.

En varias ocasiones Dhiturbide, en una especie de cadena nacional, señalaba, angustia y casi llanto de por medio, que estaban a punto de rescatar a la menor y que ella estaba en el lugar más cercano de dónde saldría rescatada la menor. Citaba fuentes de la Secretaría de Marina para señalar que “la chiquita” estaba aún con vida.

Todo resultó un teatro protagonizado por una incipiente periodista y alimentada por jefes poco éticos que seguramente sólo tenían como propósito explotar el morbo nacional e internacional.

2.- El principal valor de la información en el mundo hoy y siempre, pero más en la actualidad dominada por una sobre estimulación informativa, es la verdad.

La moneda de cambio entre un medio de comunicación y sus lectores, televidentes, radioescuchas, usuarios y la categoría que se le pretenda dar es solo una: la verdad.

Cuando el medio miente o inventa, que es el caso de Televisa Noticias, pierde toda credibilidad y en consecuencia toda su reputación como medio.

Dicho en otras palabras, si Televisa y sus directivos, ya sea Emilio Azcárraga, Bernardo Gómez, José Bastón o quién sea, intentan recuperar audiencia y prestigio, no están en el camino correcto, porque al confirmarse que Televisa fue parte del juego mediático de la invención de la existencia de la niña Frida Sofía, la empresa de comunicación escupió sobre el mayor valor, la veracidad, que le podría significar un reposicionamiento entre la sociedad.

No es casualidad que hoy en todo el planeta los medios de comunicación que se respetan apoyan todas las acciones para sacar de los canales de difusión, especialmente las redes sociales, las llamadas “fake news”, las noticias falsas, porque ese es el principal enemigo de la verdad, de la información del periodismo.

La comunicación en la sociedad red y en un mundo donde todo proceso está sujeto a la tecnología genera, segundo a segundo, un océano de información sobre el cual sólo se podrá navegar con éxito si se conduce con la verdad, sin mentir a las audiencias.

Exactamente lo contrario hizo Televisa.

Los argumentos que han puesto a dar a cuadro a la ya famosa Danielle Dithurbide a Carlos Loret de Mola, a la propia Denisse Maerker, que fueron parte, directa o indirecta, de este teatro mediático, solo motivan pena, porque crearon un fenómeno que terminó devorándolos.

Lo más lamentable es que ahora intentan responsabilizar de esa mentira a la Secretaría de Marina, bajo el argumento de que todo lo que difundían al aire era lo que la SEMAR y sus funcionarios les decían.

¿Televisa es vocero de la SEMAR? ¿Televisa no corroboró lo que le aportan las fuentes de información? ¿Tenían consigna de ampararse en fuentes de la Secretaría de Marina para sostener una telenovela a escala global?

Nuevamente surgen más preguntas, pero no igual número de respuestas.

PROTAGONISMO Y VERDAD

La televisión de hoy no es, no será la televisión de hace diez años, que generaba ídolos y personajes sólo por el hecho de aparecer a cuadro. Ignorantes, mitómanos, egocentristas, psicóticos, paranoicos o insignificantes logran alcanzar notoriedad nacional e internacional sólo por el hecho de estar a cuadro en algún canal de Televisa. Eso ya no lo tolera la sociedad. Ya no es lo mismo.

Por eso llama la atención que al amparo de personajes carentes de experiencia y profesionalismo sean puestos a cuadro, más con el propósito de agradar y quedar bien con éstas y éstos que con el fin de atender la exigencia de la sociedad de proporcionar información veraz y oportuna.

Quienes salen a cuadro no pueden ser más importantes que la noticia.

Si se insiste en ello, como ahora nuevamente se ha demostrado, la realidad los rebasará.
Quizá haya otras razones, no confesables, por poner a esas personas a cuadro, pero quizá no sea por méritos profesionales.



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Columna Invitada

¿De dónde…?

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Por Antonio Maza Pereda

Si quiere usted un rápido resumen del segundo debate presidencial, para las próximas elecciones mexicanas, se puede sintetizar en dos grandes rubros: abundancia de ataques personales y una feria de ofrecimientos, mayormente enfocados a apoyos sociales, aunque no exclusivamente.

Nada nuevo en el frente de los ataques. Nuestros políticos manejan un dogma laico: “Si yo demuestro que tú estás mal, quiere decir que yo estoy bien”, nos dicen. Y, por asociación, “si quien te apoya estuvo mal hace años, quiere decir que tú estás mal”, agregan.

El tema de las múltiples falacias que usan en estos y otros debates, ya ha sido muy tratado en otras ocasiones. En cambio, el de los ofrecimientos que, por cierto, no fueron muy novedosos, casi no se cuestionan. Y valdría la pena hacerlo. Hay poca variedad en estos. Todos los contendientes ofrecieron beneficios similares. La diferencia estuvo en la prioridad que, a cada oferta, le asignó cada contrincante, generalmente por aspectos ideológicos. La candidata de la izquierda, como era de esperarse, considera necesario poner todo en manos del gobierno o casi. Mientras que la opositora, que difícilmente es de derecha, sí ve la necesidad de descentralizar el poder y dar más participación a la sociedad civil y a la iniciativa privada. El candidato también ve un fuerte papel para el gobierno y casi no elabora sobre el tema de la participación privada y ciudadana en sus propuestas.

Lo que no se respondió es la pregunta que el ciudadano, y en particular el contribuyente, tiene en mente: “¿De dónde…?”. Todos estos ofrecimientos tienen un costo. ¿Cómo se van a pagar? Entiendo que los políticos no quieran contestar estas preguntas. Responderlas tiene algo de tóxico. Si nos dicen que lo pagaremos los contribuyentes, a nadie le va a gustar. Y en este debate, solo el candidato mencionó como de pasada la necesidad de una reforma fiscal. Solo una vez y solo dedicando al asunto un par de segundos.

Tristemente, nada es gratis. ¿Queremos paz? Habrá que gastar en equipamiento, capacitación, comunicaciones, planeación y muchas cosas más. ¿Queremos mejor educación? Habrá que gastar en capacitación, dignificación de las instalaciones, mejor remuneración de los profesores para que no estén en el pluriempleo, y más. ¿Queremos más y mejor calidad de agua? Habrá que gastar en tecnología, recuperación de agua, potabilización, nuevas presas y más. Y la lista sigue y sigue. La gran pregunta es: ¿de dónde? Todas estas ofertas de apoyos sociales, ¿cuánto nos van a costar? ¿De dónde van a salir los recursos? Aun en los sistemas más primitivos de administración, ningún plan está completo si no se consideran los recursos y cuál será su origen.

La réplica facilona y que la mayor parte de los políticos y muchos en la Sociedad dan por respuesta es: “que lo pague el gobierno”. Y aquí se está haciendo la suposición de que el gobierno tiene recursos inagotables. No se dan cuenta de que todo el dinero que tiene el gobierno es porque lo extrajo de los sufridos contribuyentes. No hay de otra. Sí, puede haber ahorros, puede ser que se logre reducir o eliminar la corrupción. Pero eso claramente no basta, como ha demostrado el gobierno actual, que ha necesitado endeudar al país a un nivel nunca antes alcanzado.

El tema que ha estado en la agenda pública en las últimas semanas, muy a disgusto de nuestro actual gobierno, es el asunto de la incautación de los fondos de las AFORES no retirados por los mayores de 70 o 75 años. Este asunto se justifica diciendo que con ello se podrán tener más recursos para las pensiones. Pero hay algo que no está considerado. En 25 años de existencia de las AFORES, se ha acumulado una cantidad de varios miles de millones de pesos que no han sido reclamados por sus dueños. Pero esos son ingresos que ocurren una sola vez. Si la totalidad es gastada en este año, el año próximo solamente habrá una proporción, creemos, del 4% anual de lo disponible en 2024. Esto, suponiendo que los jubilados dejen su dinero sin recoger. Lo que sería muy raro: con todo el escándalo en torno a esto, la mayoría de la gente ya está enterada y seguramente estarán acelerando los trámites para cobrar el dinero que tienen en las AFORES.

Se podrá recuperar una cantidad importante de lo desviado por la corrupción, en 30 años o más. Pero una vez que se ha logrado recuperarlo, cada año la cantidad que se puede obtener es menor. Mucho menor. Eso, suponiendo que fallen los programas contra la corrupción; si de veras son exitosos, cada año habrá menos por recuperar. Y hay muchos ejemplos más.

No se pueden pagar apoyos permanentes, con ingresos que no se repiten de la misma manera año con año. Y eso nos deja dos soluciones. A corto plazo, una reforma fiscal que aumente las recaudaciones. En los países que nos ponen como modelo de servicios sociales, los países nórdicos, por ejemplo, los impuestos llegan a ser superiores al 50% de los ingresos. Por supuesto, ningún candidato va a proponer tal cosa. Otra solución es un esfuerzo enorme para mejorar la economía del país. Algo que es la solución de fondo, pero de largo plazo.

A nosotros, los ciudadanos sin partido, nos toca exigir cuentas claras de cuáles son los costos de todos esos ofrecimientos y de qué manera se va a obtener el dinero para poder pagarlos. Ciertamente, necesitamos un gran debate público, qué habrá que iniciar antes de las elecciones, pero claramente tendrá que continuar por un largo tiempo. Será necesario que los ciudadanos nos acostumbremos a vigilar el desempeño de los gobiernos que elegimos y exigirles un mínimo de sentido común en temas tan importantes como el gasto público. Una gran tarea.

No podemos permitir que las imágenes desarrolladas por los expertos en mercadotecnia política nos hagan pensar que todo saldrá bien, que nuestros candidatos siempre cumplirán con lo ofrecido y tendrán un gasto público responsable. Si pensábamos que la participación ciudadana terminaba con las elecciones, la noticia es que todavía hará falta mucha intervención del electorado.

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Columna Invitada

Origen de la autoridad política

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Por Antonio Maza Pereda

La legitimidad de la autoridad política procede de su origen y la manera como se mantiene fiel al modo como se generó. Esta autoridad procede de la Sociedad, que es la titular de su soberanía. La cual se transfiere a sus representantes de diferentes maneras: en la antigüedad, a las familias reales y ahora, en la mayor parte de los países, a través de mecanismos democráticos. Aunque todavía sigue siendo muy válido que en algunas Sociedades esa soberanía se transfiere a través de sistemas de usos y costumbres.

Pero al transferir esa soberanía a sus representantes, la Sociedad conserva el control de las acciones de los gobernantes y también tiene el derecho de sustituirlos, en el caso de que no cumplan con lo que se les ha encomendado. En otras palabras: la Sociedad tiene la facultad de pedir cuentas a los gobernantes que ha nombrado y exigirles el cumplimiento de sus obligaciones.

La democracia proporciona procedimientos y modos de control, a través del voto directo, libre y secreto. También controla mediante el concepto de la división de poderes y la creación de balances y contrapesos. Es un mecanismo bastante adecuado, pero que claramente está sujeto a una mejora continua.

¿Se está cumpliendo esto nuestra Sociedad? ¿Nuestros representantes tienen claro que tenemos el derecho de exigirles cuentas y que no pueden pasar por encima de mecanismos de control, adicionales a las elecciones? ¿Se sujetan al control de la Sociedad? Cuando usted, ciudadano, toma su decisión de votar, ¿toma en cuenta si los candidatos tienen claro que no tienen un poder absoluto y que están sujetos al derecho de sustituirlos, si no cumplen lo que la Sociedad les ha encomendado? ¿Están sujetos a la división de poderes, o buscan centralizar todas las decisiones?

La opinión emitida en este artículo es responsabilidad del autor y no necesariamente refleja la postura de Siete24.mx

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Felipe Monroy

Itinerario 2024: Agresividad estéril

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El segundo debate de los candidatos a la presidencia de la República pudo haber sido valioso y provechoso, pero la táctica de agresividad orientada a satisfacer e incendiar huestes en lugar de explicar intenciones y animar esperanzas, convirtió la política en un yermo. A excepción del candidato Jorge Álvarez Maynez, quien cerró su participación de forma auténticamente propositiva, el pobre espectáculo ofrecido por las candidatas Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, ha sido quizá uno de los peores momentos del debate político en México.

Literalmente, la agresividad y hasta la violencia simbólica promovida por la candidata del PRI-PAN-PRD enmudeció el foro. Los epítetos usados por Gálvez no solo incomodaron a su adversaria sino que rompieron el ánimo de los presentes; la hidalguense logró descolocar a la candidata morenista y ésta también cayó en el abismo de las diatribas. El momento más bajo se produjo cuando Xóchitl llamó ‘mentirosa serial’ a Claudia mientras mostraba una caricatura de su contrincante con una nariz alargada; en respuesta, Sheinbaum llamó por primera vez ‘corrupta’ a Gálvez; y finalmente, ya envalentonada en la ofensa, la candidata Gálvez comenzó a llamar a la exjefa de gobierno “narco-candidata”.

Es comprensible que la representante de los partidos de oposición utilice la invectiva para describir y calificar a la representante de la continuidad política; pero ha sido sintomático que, en el punto crítico de los debates, Gálvez recurra a la agresividad extrapolítica y a ocurrencias que no son agudas sino ofensivas. En el primer debate habló de la personalidad de Sheinbaum; y en este segundo, sugirió un perfil caricaturizado de su adversaria mientras subía al debate político un insulto proveniente del mundo del troll. Es claro que sugerir la vinculación del narcotráfico con una persona en redes sociales es muy distinto a asegurarlo en un debate oficial electoral. Veremos los efectos de esto más adelante.

Claudia Sheinbaum, por su parte, no estuvo mejor. Las propuestas futuras no encontraron lugar entre tanta justificación de la administración federal que agoniza; los datos y cifras jamás fueron ejemplificados con la vida cotidiana del elector promedio. En algún punto parecía que no había nada por hacer en la próxima presidencia; mucho de su discurso estaba construido en un ‘nosotros’ impersonal que en el fondo promovía ‘un modelo’ pero no ‘un liderazgo’. Su propia persona, su capacidad diferenciada incluso dentro del propio ‘modelo’ (o el movimiento político) se redujo a una circunstancia casi anecdótica. La candidatura del partido en el gobierno claramente no puede apostar por la autocrítica, pero la acumulación de presuntos éxitos abonó negativamente para compartir un valor inexcusable de toda campaña: una visión, un panorama venidero.

Es por eso que ambas perdieron este segundo debate. Una, perdida en insultos; y la otra, defendiendo espejismos. Ambas llenando minutos de discurso vano, insustancial, pueril y superficial. Este es el verdadero problema de las tácticas de agresividad, su esterilidad. Porque, tanto para acusar como para exculpar al omnipresente personaje político de las últimas dos décadas, ambas candidatas olvidaron dibujar un horizonte, una perspectiva para el electorado.

En ese sentido, toma aún más relevancia el mensaje final de Álvarez Maynez: la visión de un país que, aunque suene utópico, ayuda a imaginar caminos que se necesitan andar, acuerdos que se deben negociar y planes que se requieren ejecutar. De manera aislada, las intervenciones del candidato emecista no solo fueron empáticas con sectores vulnerables, sus propuestas sonaron lógicas y, sobre todo, anhelables. Y respecto a la interacción con sus contrincantes, sus críticas fueron duras pero siempre bajo el marco de lo político; la defensa de los gobiernos de su partido fue comprensible sin desorbitar logros. Finalmente, Jorge también logró remontar ese quiebre incómodo producido por los ataques de las candidatas y no solo explicó a la audiencia lo que estaba sucediendo en el foro, sino que explicó al foro que el debate debía continuar. Los moderadores tuvieron un escenario difícil; Alejandro Cacho, por ejemplo, repitió en tres ocasiones si alguien quería hacer uso de la voz porque cundía un silencio incómodo.

En conclusión, el antagonismo no es falta de diálogo; pero la agresividad sí es un catalizador del silencio. El juego de la rivalidad entre contrincantes es parte de la dinámica democrática; pero si los adversarios solo miran el conflicto sin compartir con otros la esperanza de un horizonte, aunque ganen, no sabrán qué hacer con el triunfo.

*Director VCNoticias.com @monroyfelipe

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Felipe Monroy

Ni meme ni expresión religiosa: es tedio pendenciero

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A cuarenta días de las votaciones, las campañas electorales deberían estar en un momento álgido de discusión, de confrontación y debate, incluso se permitiría una dura invectiva entre contendientes; y, sin embargo, no son los perfiles de las candidaturas ni sus discursos o sus acciones de campaña las que generan la conversación social. A falta de una discusión entre personajes que representan proyectos, tenemos episodios –más o menos– estériles que evidencian mera provocación e ignorancia.

Es claro que el episodio de la tristemente célebre playera que muestra la representación de la muerte en actitud de silenciar a alguien mientras un mensaje sentencia que “un verdadero hombre nunca habla mal de López Obrador” es una provocación para generar toda una conversación que, paradójicamente, se aleja de la necesaria discusión en torno a los proyectos centrales en disputa.

Las reacciones parecen más abundantes de lo necesario: Los obispos de México emitieron un extraño comunicado en cuyo discurso se mezcla la cultura de la muerte, el juicio de amparo y el año jubilar por la vidente del Sagrado Corazón para cuestionar indirectamente la exótica propaganda de la playera; los comunicadores, analistas y hasta el presidente de la República rascaron en lo profundo las esquizofrénicas relaciones entre el poder político y el religioso en el país para explicar si este episodio habla de libertad religiosa, de exaltación de la violencia o de apología del crimen; los propagandistas de ocasión aprovecharon para infundir miedo a través de interpretaciones histéricas; y una vocera de la administración federal intentó convencer que todo fue un meme mientras insulta la inteligencia de todos, junto a la suya propia.

Se podría escribir un libro entero sobre las interpretaciones simbólicas, antropológico-religiosas, políticas, crítico-discursivas o histórico-contextuales de la playera en cuestión; se podría reflexionar intensamente sobre los elementos fascistoides subyacentes que se conjuntan bajo la mera existencia de un instrumento comunicativo así y, por supuesto, se podría analizar con seriedad el juego de la propaganda, la comunicación política, el fetichismo de los símbolos del poder y las instituciones ideológicas en pugna al respecto de este episodio. Pero de lo que no habla, paradójicamente, es del modelo de país que se encuentra en disputa: No parece haber ningún hilo conductor interesante entre los contendientes políticos, su personalidad y temple, sus fundamentos político-ideológicos o sus habilidades técnico-operativas con la transversalidad de sus proyectos en la realidad y el escenario deseable de la administración y la política pública.

En síntesis. Por supuesto no es un tema de fe ni de religión, mucho menos un asunto de ministros de culto o asociaciones religiosas registradas ante el Estado mexicano. La playera en cuestión no emite un mensaje religioso concreto; aunque claro que puede haber interpretaciones sobre que la calavera encapuchada y amenazante sea efectivamente una representación de la “Santa Muerte”. Si la efigie en cuestión estuviera reconocida ante el Estado mexicano como el símbolo de una asociación religiosa, el uso de dicha imagen por parte de un partido político y un funcionario federal sería objeto de sanción. Pero las expresiones populares de dicha cultura han sido tan menospreciadas e infravaloradas, proscritas de las relaciones formales religiosas que justo han sido catalogadas como ‘desviaciones sectarias’ u otros apelativos con los que se busca invisibilizar en lugar de comprender ese extraño fenómeno que alcanza a diversos sectores sociales.

Tampoco es un meme cuya naturaleza carece de fuente y propósito; son evidentes tanto el origen como la utilidad política de su discurso. Ahora bien, sin duda será necesario hablar de la histórica asociación simbólica de la calavera y la muerte con discursos de agresividad y violencia, de superioridad y de sacrificio individual por el bien colectivo; ahí, sobre la playera, también hay trazos de machismo y conservadurismo rancio, de ‘calificación de actitudes masculinas’ y disciplinarismo dogmático.

Lo dicho, ante perfiles políticos insulsos y anecdóticos en las campañas electorales, el tedio pendenciero sustituye la confrontación política con símbolos que no se entienden pero se usan para incendiar la conversación: la playera de la muerte que manda silenciar es un ejemplo, pero también está la falsa fotografía de supuestos tatuajes diabólicos que tiene una contendiente de origen judío a la que también le agrandan artificialmente la nariz con consabidas connotaciones racistas y discriminatorias.

La única pregunta que vale la pena ahora hacerse es: ¿Quién realmente podría tener el carácter para meter en cintura a tanto lenguaraz?

*Director VCNoticias.com @monroyfelipe

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